poemas de amor Crazzy Writer's notebook: The driver

3/9/10

The driver

Por la tarde, decidió ir al taller donde Miguel hacía las prácticas. Ese taller era un caos en el que solo los mejores sabían manejarse, las herramientas estaban mezcladas, los recambios tirados, las piezas que quitaban estaban desperdigadas por todos lados, el suelo estaba lleno de grasa de motor, pero a pesar de este caos reinante, el ambiente de trabajo era bueno, y los coches eran todos de alta gama. Recorrió todo el taller en busca de su novio, al cual encontró tras preguntar a varios mecánicos. Estaba debajo de un carísimo deportivo – Miguel, ¿te falta mucho para terminar?- Él reconoció esa voz, y sacó la cabeza de debajo del coche – Bueno… hasta que no acabe con este no puedo marcharme, tengo que probarlo en el circuito, espera un poco que ajusto esto…- Kasumi se quedó esperando un poco al lado de ese Ferrari Testarossa. Salió al poco tiempo de debajo del coche y ofreció a Kasumi un casco, y al subir, una funda cubría los asientos, el coche olía a nuevo. Dio al contacto y el motor se puso en marcha sin vacilar. El motor de trescientos noventa caballos susurraba, pero cuando Miguel salió hacia el circuito ese susurro tornó en un agudo bramido, propio de los Ferrari. Salió a la entrada del circuito y se puso el cinturón, ella hizo lo mismo. Le dieron luz verde. Pisó el pedal del acelerador echando a sus ocupantes contra el asiento. El motor rugía de forma estrepitosa, las agujas del tacómetro subían como la espuma, aunque la del cuentarrevoluciones, bajaba levemente al cambiar de marcha. La primera curva se anunciaba cerrada, pero no reducíamos, cambió de marcha. Piso el embrague para derrapar por la curva. El coche se deslizaba suavemente por el asfalto, - Seguro que a los neumáticos no les ha gustado-, por el espejo retrovisor de la puerta del copiloto, podía vislumbrarse la nube de goma quemada que quedaba detrás del coche. Miguel seguía concentrado pero se notaba a la legua que disfrutaba. El coche se volvía a acelerar, una recta larguísima por delante y tantos caballos para exprimir. La aguja de la velocidad superaba los doscientos, pero su novio no alteraba el gesto, no miraba el velocímetro. Kasumi notó una fuerte descarga de adrenalina que le recorría el entramado sanguíneo, la recta se acababa. Una serie de curvas se aproximaban, piso el freno y el coche redujo su marcha, la aguja de las revoluciones bajó brusco su vuelo por los números más altos. En las curvas el Ferrari no se salía de su trazada, solo se balanceaba un poco el habitáculo pero las ruedas no se despegaban del suelo. Ahora una curva larga por la que el coche volvía a ganar velocidades astronómicas. Ciento sesenta… ciento ochenta… y subiendo, por fin se veía la entrada a boxes, pero la pasamos de largo, la línea de meta, pasó ante nuestra vista como un borrón en la carretera y tras pasarla, Miguel continuo pero a una velocidad apta para mortales. Tras otra vuelta al circuito, se metieron de nuevo en el taller. Detuvo el coche y apagó el motor. Uno de los mecánicos se acercó – Acabas de batir el record del circuito… otra vez, eres impresionante- Miguel sonrió –bueno, uno tiene buen coche… buen acompañante- Los dos bajaron del coche y entregaron las llaves al jefe – Jefe, el Ferrari está a punto y listo para devolverlo- El jefe afirmo con la cabeza. Después Miguel se dirigió a los vestuarios para cambiarse.


Cuando volvió, Kasumi estaba apoyada en el Vauxhall, con su sonrisa prominente, Miguel se acercó y la beso dulce y largamente, tras ese romántico saludo, preguntó – Bueno, ¿a qué debo tu magnifica presencia en un taller perdido del Madrid? – Kasumi, con una seria sonrisa, contestó - Mis padres, nos han invitado a pasar unos días con ellos, y… mi padre no aceptará un no por respuesta, y menos después de saber que tengo novio…- Miguel al escuchar eso ultimo, recordó la intervención del hospital y la cara de Hana, después del suceso, deduciendo que sus referencias no serian muy buenas, pero sabía que a lo hecho pecho, y aceptó la invitación. Faltaban cuatro días para las vacaciones, pero sería tiempo suficiente para mentalizarse. Había que dejar buena impresión, aunque fuera difícil.

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