poemas de amor Crazzy Writer's notebook: 1/9/14

12/9/14

Annie [Sueños, Part 3]

No dejaba de darle vueltas a las cuatro últimas horas de mi vida. Aquel nuevo estadio resultaba difícil de asimilar, y no era extraño porque en aquel lapso, habían sucedido demasiadas cosas entre las que se encontraban mi implicación involuntaria en un crimen, el más sanguinario del condado, y había sido detenido como principal sospechoso. Y según había podido entender, el estado de las víctimas era espeluznante. Aunque lo peor de todo era que entre ellas estaba la chica que lograba que mi corazón se pusiese del revés… y… claro, también estaba ese abogado aparecido de la nada y con ese halo tan, tan… espectral.
Caminaba con cierta presura por aquellas calles solitarias todavía con los visibles efectos de la lluvia reciente. La temperatura había descendido notablemente y aquel leve viento que barría las calles te penetraba hasta los huesos. Aquella conversación que mantuve con aquel abogado no dejaba de resonar en el fondo de mi cabeza, como en un segundo plano, hasta que sin saber muy bien por qué, aquella frase que me dijo poco antes de marcharse surgió al primer plano pero no recordaba las palabras exactamente. Me detuve junto a un escaparate rejado, y contemplé mi reflejo y un poco más de soslayo lo que contenía. “Sienta los vínculos de la antigua Roma.” rezaba un gran letrero. “No obstaculice el paso.” Indicaba uno más pequeño en la parte inferior. Aquella frase ahora flotaba nítida en mi memoria esperando a ser leída con total claridad.
-Piense que la muerte no es un obstáculo para el vínculo del amor-. Me repetí una segunda vez en apenas un susurró, aunque seguía sin tener sentido alguno. –Pero… qué diablos quería decir… sería tal vez una de esas frases escritas en alguna novela romanticona que habría leído. Sí, eso es Dave, una novela romántica. Deja de darle vueltas-. Reanudé el camino y además con paso apresurado porque aún quedaba un trecho antes de llegar a mi apartamento, y vagar solo a esas horas no era lo más indicado en una ciudad como aquella.
El portal se apareció tras quince minutos, parecía que venía de un mal sueño y que seguramente despertaría al poco bañado en sudor al borde de mi cama. Mi mente había, de alguna manera, creado una especie de muralla para encerrar aquellas horas de pesadilla. Subí al ascensor y me dejé sumir en aquel silencio sub-realista. La campanilla anunció la llegada al piso marcado. Inspiré con profundidad convencido de que todo había regresado a la normalidad, y aquella imagen del pasillo repleto de agentes de policía y forenses nunca había existido. La calma lo invadía, bañado por la penumbra, parecía normal. Escuché como se escapaba un suspiro de mi boca pero aquel sonido se cortó súbitamente a la velocidad de la luz.
Un escalofrío se apoderó de todo mi cuerpo produciéndome un fuerte latigazo. El muro se desmoronaba con violencia y estruendo devolviéndome aquella realidad que había tratado en vano de desterrar. Al encenderse la luz vi como la puerta del apartamento de Annie y su compañera Rachel estaba cruzada por varias cintas amarillas que impedían el acceso. Aquel mensaje que se mostraba a lo largo de todo el precinto fue como un cañonazo.
-Escena de un crimen, no pasar-. Me susurré. De nuevo aquel escalofrío y aquella sensación de irrealidad. No lograba asimilar todo aquello, deseaba huir en aquel instante. Sin pensarlo apenas corrí hasta la puerta de mi apartamento sin poder dejar de ver aquella cinta amarilla con aquel mensaje en negro fundido. Encaje la llave tras varios intentos fallidos, abalanzándome sobre la puerta me guarecí en mi pequeño apartamento, cerrandola con fuerza tras de mí.
La respiración se me había acelerado produciendo que esta se entrecortara de forma ruidosa. El silencio seguía siendo sepulcral, alimentando aquella sensación de irrealidad e intranquilidad. Caminé lentamente hasta la habitación a la vez que dejaba caer las escasas prendas que me habían dejado poner antes de detenerme. Aquellos recuerdos seguían martirizándome.
Inspire con fuerza y contuve la respiración cuanto pude. Los sonidos se amortiguaron mientras sentía aquella necesidad imperiosa de soltar aquella bocanada de aire. Finalmente lo expulsé mientras me decía a mi mismo en voz alta que aquello seguía siendo producto de una pesadilla demasiado lograda y que mañana despertaría sin más escuchando los cantos adorables de mis vecinas mientras se duchaban.
Me tumbé en la cama haciendo crujir con estrepito los muelles que conformaban el colchón. Miraba al techo mientras me recogía en un diminuto ovillo y me tapaba hasta prácticamente soterrarme por completo entre las mantas. Tenía aquella infantil necesidad de construir un nuevo fuerte para protegerme de aquel mundo que me rodeaba. Cerré los ojos con fuerza y traté de liberar mi mente de toda clase de pensamientos. Dejarla sumida en un silencio tan grotesco como el que se escuchaba más allá de las mantas. Aquel proceso de hermetizado parecía sencillo, pero no tardé en toparme con aquellos pensamientos que se arraigan en lo más profundo de tu psique y de los que deshacerse resulta muy complicado. Aquellos datos retenidos de forma inconsciente a lo largo de nuestro día a día. Sonidos, olores, imágenes…
Todos aquellos recuerdos referentes a Annie.
-Annie-. Suspire en un susurró para mí. Su rostro se dibujó lentamente en mi pensamiento que poco a poco se fue tornando en una de aquellas monstruosas fotos que aquel detective me había mostrado en repetidas ocasiones. Sentí un reguero salino descolgarse por mi mejilla.
[-Una estudiante de diseño de último año-.] Recordé la voz de Voretto. [-Y no escuchó absolutamente nada… permítame que mantenga un escepticismo elevado, Sr Smith. Eso parece ser bastante doloroso, ¿no cree?-]. Fragmentos. Y más fragmentos de aquella conversación.
[-Sr. Smith, por favor prosiga… no se coaccione por mi presencia… no soy más que una formalidad-]. La imagen de aquel abogado atravesó mi mente de forma fugaz. Formalidad…
[-¡Dave!-] La radiante sonrisa de Anníe diluyó aquellas horrendas fotos que aún permanecían revoloteando por mi mente. [Me gusta cuando sonríes, Davey, te ves muy adorable.] El recuerdo de su voz me hizo estremecer entre las mantas.
[-Continúe… nos tiene sobre ascuas-.] De nuevo la voz del abogado restalló con aquel tono de sutil burla.
[-Ignórales cielo-.] Su voz aterciopelada se dejó escuchar nuevamente. [-No temas, estoy aquí para protegerte. Yo sé que no sólo eres inocente sino que trataste de ayudarnos a las dos-.] Sentí un abrazo cálido que me rodeó y atrajo hacia un pequeño oasis donde la hostilidad de mis propios recuerdos era menor.
-Anníe, te extraño. No me hago a la idea de no volver a verte-. Susurré a las mantas. –Qué fue lo que realmente sucedió-. Rogué al vacío una respuesta coherente a las experiencias vividas.
-Tranquilo Davey, lo sé. Por eso estoy aquí, contigo-. Respondió un susurro junto a mi odio. Una voz familiar pero extraña al mismo tiempo. Y de nuevo aquella suave atracción contra algo que yacía al otro lado de las mantas.
A pesar de lo que procedería ante aquella voz y ese abrazo llegados de la nada, no estaba alarmado sino todo lo contrario. Estaba calmado, tranquilo, a gusto. Aunque parecía que ese estadio no era del todo mío. Abrí los ojos esperando encontrar aquella oscuridad densa y solitaria con la que había convivido desde que había llegado de comisaria pero para mi sorpresa, esta había sido sustituida por una cálida penumbra, donde se adivinaban ciertas briznas de jazmín y otras hiervas exóticas de oriente.
-Respira hondo, Davey. Ha sido muy duro-. Repitió aquella voz descendiendo las mantas levemente, generando una corriente fría que barrio mi cuerpo, y dejando descubierta mi cabeza hasta la nuca donde dejo reposar sus labios carnosos. Su calor no tardó en contagiarse por todo mi cuerpo como un veneno.
-Annie, ¿de verdad eres tú y no un mero sueño alimentado por mi deseo de volver a verte?-. Susurré débilmente a causa de aquel bienestar que se hacía poseedor de mi cuerpo y mente.
- Tshhhhhh-. Unos dedos cruzaron mis labios dejándolos sellados con suavidad a pesar de lo afilado de su terminación. –Lo que cuenta es que estoy aquí contigo…-. A cada palabra que escuchaba estaba más y más convencido de que realmente era ella. Deseaba que realmente fuese ella. –Porque eso es lo que deseas, ¿verdad?-. Su otra mano jugueteaba entre los mechones revueltos de mi pelo humedecido.
-Sí-. Respondí de forma automática. –Te deseo, Annie-. Estaba completamente convencido de que era ella quien estaba a mi lado, no cabía la más mínima duda.
Escuché una risita cargada de travesura a la vez que una sonrisa se marcaba en mi nuca. El cosquilleo de una fina hilera de besos y succiones hizo que mi piel se erizase por completo mientras me estremecía mecido por un indescriptible placer.