[relato ficticio basado en una noticia escuchada el 24/3/2013 en television]
Las lágrimas corrían por sus mejillas, tropezándose con una descuidada e incipiente barba. Lloraba embutido en el angosto habitáculo. Sus puños se descargaban con violencia sobre el cuero que cubría la dirección fruto de un enjambre de malas emociones que lo acosaban sin tregua. Dolor. Pena. Agonía. Furia. Ira. Tristeza. Impotencia. Sobretodo impotencia, y mas intensa cuando miraba de reojo esa mancha cada vez mas oscura.
Las lágrimas corrían por sus mejillas, tropezándose con una descuidada e incipiente barba. Lloraba embutido en el angosto habitáculo. Sus puños se descargaban con violencia sobre el cuero que cubría la dirección fruto de un enjambre de malas emociones que lo acosaban sin tregua. Dolor. Pena. Agonía. Furia. Ira. Tristeza. Impotencia. Sobretodo impotencia, y mas intensa cuando miraba de reojo esa mancha cada vez mas oscura.
No había nada más que hacer. Había fracasado en aquel
cometido. Vital. Lo sabía. Se odiaría por ello para el resto de sus días,
arrastrando aquel muerto para siempre sobre su conciencia. Aunque eso ya no
tenía importancia alguna. Demasiado tarde, por segundos pero tarde.
Unos destellos anaranjados lo rebasaron con rapidez. Todavía
el motor ronroneaba tímido. Miedoso. Un grito rasgo el aire atravesando la
frontera de los cristales. Recordaba…
[Treinta minutos antes]
Un implacable dolor se hacia acoplo de aquella sombra que
vagaba en trance por la casa. Una voz desgarró la soledad de esa casa vacía en
un aullido dolorido. Por desgracia o fortuna, no muy lejos en la calle, el eco
de aquel bramido llamó la atención. Tras una breve llamada surgió al fondo de
la calle un vehículo de metalizado color. Detuvo se violentamente. Un joven
corrió a la casa y sacó de ella a un caballero que parecía pasar de la
cincuentena. A su paso, quedaba un reguero de sangre que escurría de un precario
vendaje. El coche retrocedió y se volteó, haciendo chirriar las ruedas. Las
agujas subían sin cesar. Volaba por las estrechas calles de aquella olvidada y minúscula
villa. El conductor, pendiente tanto del tráfico escaso como de la delicada situación
de su acompañante, rezaba pero era un largo camino y no tardaría en entrar en
la concurrida autovía radial. Trazaba las curvas ocupando sendos carriles.
Tanto apuraba que las ruedas levantaban la tierra que reposaba en los arcenes.
Los cuatro intermitentes lucían indicando la emergencia. Sudaba como nunca y la
presión lo comprimía impasible. Cada segundo contaba.
Algunos vehículos se apartaban de su fugaz trazada cuando veían
los destellos de las largas, y en silencio se lo agradecía. Otros lo ignoraban
y pitaban, obligándolo a esquivarlos entre quiebros incluso ocupando los
arcenes. Estaba mal. Lo sabía. Y asumiría las consecuencias en su momento pero
eso era lo que menos le preocupaba. Trataba de mantener alguna clase de conversación
con su pasajero pero este no respondía. Sus posibilidades se reducían con cada
gota de sangre que quedaba en la tapicería. Su correr era demasiado rápido. Las
respiraciones más agónicas. El motor rugía al límite. El velocímetro se quedaba
sin espacio para avanzar. El coche se balanceaba en cada curva y cambio de ras.
15 Km para llegar al hospital, y la noche se cernía rápidamente sobre el valle.
Vio algunos flases con la oscuridad. La estela de fotos lo delataba y menguaba
su permiso, pero su pasajero era más importante.
En la ciudad, los discos rojos no lo detenían. Solo reducía la
velocidad y se colaba entre huecos imposibles. Estuvieron a punto de colisionar
en dos ocasiones pero una pericia inusual consiguió evitar ambas. Se detuvo en
la rampa de ambulancias con una pequeña estela de humo al bloquear las ruedas.
Un médico se acercó al coche, comprobó el estado de su
pasajero tras una breve explicación y entonces… sintió aquel mazazo sobre su
cuerpo, atravesándolo en el acto.
-Lo
siento mucho hijo... pero su padre está muerto.- dijo mientras otros sacaban el
cuerpo sin vida del interior del vehículo.