poemas de amor Crazzy Writer's notebook: 1/12/10

11/12/10

¿dudas? (parte 3)

Mi mente comenzó a recordar momentos de mi vida sin motivos aparentes, aparecían de forma aleatoria, acompañadas por una voz femenina que de vez en vez se dejaba escuchar penetrante por toda mi cabeza.
Aparecí en un recuerdo que según la voz se fechaba en un día de Junio siete años atrás, es decir, cuando teníamos once años. Estaba en el autobús, circulábamos por la autovía con dirección a Madrid, y ella estaba en el asiento contiguo, mirándome con sus ojos color miel. Yo estaba entretenido viendo como un Audi nos pasaba como una exhalación por el carril de la izquierda. Pero ahora, como si aquella voz misteriosa hubiera subido el volumen de un televisor, las palabras que salían de su boca sonaron por encima de los ruidos de alrededor. “Somos algo más que buenos amigos”. Después de eso ella se apoyó en mi brazo y lo acarició. Mi respuesta fue de una total indiferencia. Me volví hacia la ventana y continué mirando al paisaje. Pero esa frase continuó resonando en el aire, siniestra. Después esa imagen se fue desvaneciendo para ir a parar a otro momento, al parecer más reciente. Según mi guía fue en el campamento de verano al que fuimos hacia cuatro años donde al parecer también había algo relevante para ayudarme en aquella situación. Ahora estábamos en la piscina de un pueblo perdido en algún punto de la costa del levante. Por la cantidad de papeles que había a nuestro alrededor acabábamos de comer y debíamos esperar a que hiciera la digestión para volver a la piscina. Estábamos pendientes de la hora para volver a la piscina y seguir con el partido. Ese año los chicos estábamos en menoría frente a las chicas y nos estaban ganando. Hasta la hora del regreso al agua, algunas mentes privilegiadas abrimos un “taller de masajes”, que tuvo cierto éxito. Entonces ella se acercó y al oído me susurro, “me gustaría que me dieras un masaje, que dicen que les das muy bien” y al igual que sus palabras en el autobús, quedaron resonantes en mi cabeza. Pero la escena no quedo ahí. A la noche, cuando regresamos al albergue donde pasábamos las mañanas haciendo actividades diversas, las chicas que compartían habitación con nosotros se despedían de nosotros con un par de besos, como hacen siempre, pero ella… pasó de las dos mejillas y decidió ir a un punto más central. Esa imagen la vi repetida unas cuantas veces, y para más énfasis la misteriosa voz la comentaba una y otra vez.
Parecía que las dudas se iban diluyendo lentamente, dando la razón por una vez al señor Hyde pero todavía quedaban algunas cosas que pulir, y mi guía lo sabía por lo que nos trasladó a otro recuerdo, esta vez más reciente. Ahora estábamos en la habitación de un hotelito, el paisaje era todo lo contrario al del recuerdo anterior. La ventana de nuestra habitación, mía y de otros cuatro chicos más, daba a una calle empedrada llena de tiendas. No tarde mucho en ubicarme, la excursión de fin de curso a Italia, a la cual habíamos ido un selecto grupo de diez alumnos, cinco y cinco acompañados por dos profesoras. Faltaban tres días para regresar a España y bueno ante la idea de recogernos a las doce, todos nos reuníamos en una habitación y jugábamos a las cartas hasta las dos o así y para volver a las habitaciones lo hacíamos en grupos pequeños y en caso de encontrar alguna amenaza avisaban al resto que faltaban por regresar. Pues bien, esa noche uno de los dueños del albergue decidió pasear por los pasillos y vio al grupo de las tres chicas que regresaban, se libraron poniendo la excusa de que se perdieron para ir al baño. Y cuando se hubieron encontrado en la seguridad de su habitación dieron un toque para avisar del pequeño encuentro, por lo que las otras dos chicas que faltaban estaban condenadas a pasar la noche con nosotros. Por suerte había una cama más que chicos en la habitación por lo que no fue necesario remedios extraños. Pero a ella se le ocurrió la locura de esperar a que quedara a merced del señor Morfeo para acercarse sigilosa a mi cama y pasar la noche en mi cama. Hasta ahí todo me resultaba nuevo, ya que en ese viaje dormía más profundamente de lo habitual, pero más adelante empecé a comprender cosas que entonces ignoraba por completo. Como la sensación que se apoderó de mi cuando desperté abrazado a ella. El pulso estaba acelerado y seguía ganando velocidad. Mi corazón batía en mi pecho completamente desbocado. Ante aquella situación, la primera reacción fue la de salir con el mayor de los cuidados de la cama, pero el plan fallo cuando comenzó la orquesta de móviles encargada de despertarnos. Ella abrió los ojos lentamente dejando al descubierto aquellos ojos que tanto me gustaban. Profundos. Marrones. Encantadores. Entonces ella miró en rededor y comprobó con fingido asombro su emplazamiento junto a mí. Por lo que recordaba de aquella excursión, ese día no me atreví a hablarla, pero no por enfado, sino porque no sabía que decir ni que hacer. Pero finalmente fue ella la que se disculpo por lanzarse y tomarse aquellas libertades, que en el fondo no terminaban de resultarme desagradables.
La misteriosa voz, que sin duda sabía lo que pasó, con todo detalle, y lo que pasaría, me prometió dejarme tranquilo después de la siguiente… diapositiva. Y sin lugar a dudas esta era más que reciente. El origen de aquella extraña situación .Estaba sentado en el asiento del conductor y ella en el del copiloto, estábamos parados delante de su casa aquella mañana cuando regresamos del pueblo aquel y volví a contemplar el momento comentado desde la omnisciencia de la misteriosa voz que poseía todo control sobre mis pensamientos. Cada movimiento y gesto estaba acompañado por unas breves pero exactas que me recondujeron a la “luz”. Estaba perdido a la deriva en un mar de dudas, que poco a poco se convirtió en un pequeño charco hasta desaparecer por completo. Las dudas habían desaparecido, pero seguía teniendo el problema de reunir lo necesario para contestar a su pregunta. Sus últimas palabras quedaron vibrando en mi cabeza, resonando en cada recodo.