poemas de amor Crazzy Writer's notebook: Annie [Personajes extraños, Parte 2]

31/8/14

Annie [Personajes extraños, Parte 2]

Un portazo rompió el silencio de aquella angosta y fría sala.
-Por favor… respete los derechos de mi cliente-.
Un hombre alto atravesó la sala. Rodeó la mesa metálica y dejó su maletín de cuero negro sobre ella. Miraba a ambos detectives con aquellos ojos fríos precedido por unas finas gafas de montura al aire. El cruce de miradas fue largo, el silencio eterno. Enojo y asombro nacían de la mirada de los detectives. Por fin, el más joven de los dos decidió quebrar aquel insulso silencio.
-Quién es usted. Y qué hace aquí-. Increpó mostrando su descontento. –Si ni siquiera esta…- La frase quedó incompleta ante el codazo de su compañero. Pero una sutil sonrisa se había instalado en el rostro del recién llegado.
-Soy el abogado que le han asignado… y dado que MI cliente tiene unos derechos… que menos que otorgárselos-. Hizo una pausa mientras tomaba asiento junto a mí.-… E interrogarlo, sin estar presente su abogado, no creo que sea plato de gusto para sus jefes… ni para el mío-. Su risa reverberó por toda la sala. –Bueno… ya hemos postergado esta charla más de lo debido. ¿Les parece si continuamos?-. Sugirió el abogado mirando de nuevo a los dos detectives.
Tras una fugaz mirada cómplice ambos tomaron asiento aceptando con resignación los argumentos del abogado. Estaban dispuestos a continuar con aquellas preguntas cuyas respuestas estaba deseando olvidar. El temor se adueñaba de mí, aquella pesadilla no hacia más que repetirse una y otra vez en mis recuerdos. Estábamos sumidos en el silencio hasta que la voz de Voretto, el más veterano de los detectives, cobró vida de nuevo.
-Bien… cuéntenos los hechos otra vez-. Se frotó los ojos que delataban un alto grado de cansancio, aun así me escrutaba en busca de algún indicio de mentira. Alguna contradicción. Dado que mi relato no sonaba demasiado creíble.  
-Bueno… estaba viendo la televisión en mi piso cuando de pronto escuché unos ruidos extraños al otro lado de la pared. Parecían canticos pero no sabría como describirlos…-. Mi abogado me miró con cierto interés, era la primera vez que me dirigía una mirada pero hubiese preferido que nunca lo hubiese hecho. Aquella mirada consiguió estremecer mi alma, no había nada de humano en ella.
-Sr. Smith, por favor prosiga… no se coaccione por mi presencia… no soy más que una formalidad-. Apremió el abogado con una voz tranquila y suave.
-…Eh…-. Aquel estremecimiento había cortado los débiles hilos de aquella historia de la que no estaba convencido de si había sido o no real.   
-Los canticos, Sr Smith-. Se reclinó ligeramente mientras entrelazaba sus manos delante de su boca.
-Ah… si, estuvieron unos minutos cantando en una lengua extraña pero al poco se callaron y se hizo un silencio sepulcral. Una calma llenó el edificio pero no era una calma corriente...-. Inspiré, tratando de buscar los términos más adecuados para expresarme. -...era una calma que te atormenta, te taladraba y sobrecogía, no pueden hacerse una idea-. El compañero de Voretto me miraba con atención. Las lágrimas habían comenzado a deslizarse por mis mejillas. Voretto sin embargo no perdía de vista al abogado que seguía sin inmutar un ápice sus facciones elegantes y juveniles.  Guardé silencio mientras luchaba por mantener la serenidad.
-Continúe… nos tiene sobre ascuas-. Una sonrisa sarcástica surgió ligera en sus labios perfectos.

-Dios... no, no puedo-. Me dejé caer sobre la silla, recordar aquella parte de la historia era lo peor, aquellas escenas se habían grabado a juego en mi subconsciente, a pesar de mis múltiples intentos por olvidarlas. -No me hagan pasar por este trago otra vez, se lo ruego-. Aquella atmosfera se me había echado encima, su frialdad e impersonalidad era demasiado dura para mi desgaste emocional.
-Venga hijo. Sabemos que es duro, pero es necesario-. Se Levantó y dejó caer su mano suavemente sobre mi hombro como muestra de apoyo. Podía percibir la compasión y pena en su mirada.

Entonces se escucho el crujir de un sobre. El compañero de Voretto extendió unas fotos con furia sobre la mesa.
-Mira… Mira las fotos, joder. Como demonios se puede hacer algo así sin que nadie se entere. ¿Espera que nos creamos esa historia fantástica que nos ha contado antes?-. Los puños se estrellaban con fuerza.
No me hacían falta aquellas fotos. Sin mirar nada sabía lo que en ellas se había retratado, tal vez con menos dureza, de lo que yo recordaba. 
-Por favor, mantenga la compostura. Así no va a conseguir que mi cliente responda a sus preguntas-. Miró al detective con una ligera sonrisa en el rostro. Se inclinó levemente sobre las fotos para soltar poco después un largo silbido. -Sin duda alguien se lo pasó en grande-. Parecía completamente inmunizado ante la brutalidad que se exponía en aquellas fotos. –Por favor, prosiga-. Me instó.
-B-bue-no, estaba en medio de aquel fuerte silencio cuando de pronto vi como varios rayos iluminaban parte del cielo, aunque no era un rayo normal…-. Me quedé dudoso en volver a comentar aquello, la verdad es que resultaba demasiado increíble. Guardé un poco de silencio y proseguí muy a mi pesar. –Eran de color verde y además no cayeron desde el cielo, sino… que... ascendieron desde el suelo-. El siniestro abogado me miraba con cierto asombro pero sin perder aquel matiz de diversión. - Y la luz se cortó, en un principio creí que eran los plomos pero cuando los comprobé estaban todos bien, aunque ciertamente me sentía como en un sueño-. Guardé silencio al ver la cara de disconformidad del detective. -Si, como en esa clase de sueños que parece que estas despierto pero no lo estas-. Me quedé un momento en blanco y de pronto recordé la palabra. -Un sueño lúcido-. Di un respingo en la silla.
-Eso no tiene demasiado sentido-. Se encogió de hombros. -Pero pase-. Volvió a interrumpir el compañero de Voretto. –Sigamos con las chicas-. Se reclinó en la silla tratando de imitar la postura de su compañero que seguía sin perder de vista al abogado, que escuchaba atentamente mientras su mano jugaba con la estilográfica.
-Mi mis-s vecinas…-. El recuerdo de aquellas chicas me sobrecogió. Las había visto esa misma mañana bajando con aquella elegancia y travesura. Eran muy activas todas ellas, y era muy fácil entablar conversación con ellas. –Bueno… lo cierto es… que eran muy activas…-. Tragué saliva mientras mi mente reproducía la frase que diría a continuación, acompañado de los archivos acústicos de aquellas noches en las que se escuchaban sus gemidos hasta altas horas de la madrugada. –Y no resultaba raro escucharlas hasta las tantas de la mañana pero… pero lo de esta noche… … aquellos sonidos no eran como los que estaba acostumbrado a escuchar… eran todavía más intensos... mucho más-. Me ruboricé al recordarlo de nuevo. -Parecían casi salvajes, tanto que yo mismo llegué a… a… eso-. Lancé una fugaz mirada hacia el pantalón y creo que si comprendieron. -Con solo escucharlas. Ignoraba cuanto tiempo había durado todo aquello pero todo aquel escandalo terminó de la misma forma en que había comenzado…-.
-Con aquel rayo verde… sí-. Remató Voretto con resignación y sarcasmo. Ahora el abogado tomaba algunas anotaciones en una libreta personal de tamaño reducido. Bajo aquellos fluorescentes que emitían aquella luz pálida luz hubiese jurado que los ojos de aquel que se presentó como mi abogado brillaban de una forma llameante. –Y entonces… Sr Smith, dice usted que se masturbó mientras escuchaba a sus vecinas mantener relaciones sexuales-. Hubo un silencio muy violento, antes de que siguiese con la segunda parte de aquella  frase. –También lo hizo mientras las desmembraban y las masacraban, Sr Smith-. Aquella curvatura implicaba que mi historia no hacía más que inculparme más y más.     
-Ni siquiera llegué a tocarme, fue como estar viviendo un sueño erótico, la misma sensación. Y le repito que no se escuchó absolutamente nada fuera de aquel frenesí sexual-. Estaba empezando a sudar y a tiritar. Las acusaciones. Las fotos. La atmosfera. Y lo peor de todo, aquel abogado. Todo aquello estaba destrozando mi sistema nervioso y no creo que pudiese reprimir por mucho más tiempo el ataque de nervios.
-Nos está asegurando entonces que aunque a la chica la atravesaron el vientre desde dentro. ¿No se escuchó ni el más mínimo quejido?-. El compañero de Voretto negaba con la cabeza.
-Eso sin contar con la otra chica desaparecida… -. Añadió el otro detective.
–¡Pero se ha fijado en cómo estaba la habitación, si había salpicaduras por toda la casa en un radio de nueve metros, techo incluido!-. Aquello fue la gota que colmó el vaso.
-¡¡CLARO QUE SÍ, AGENTE!!. TODAVÍA NO ME HE PODIDO OLVIDAR DE AQUEL GROTESCO ESCENARIO. QUÍEN CREÉ QUE LES AVISÓ, ¿EL RATONCITO PÉREZ?-. Estallé a voz en grito levantándome tan súbitamente que en el proceso tiré la silla, que cayó con un gran estruendo. -ME TIENTEN HARTO, ¡¡TODOS!! NO TIENEN LA MÁS MINIMA NOCIÓN DE SENSIBILIDAD. Y CREANME... MÁS GANAS DE ATRAPARLE TENGO YO QUE USTEDES-. Sentía como me ardía todo el cuerpo, el palpito acelerado subiendo por mi cuello hasta estallar en mi craneo. -LA CHICA DESAPARECIDA DE LA QUE HABLAN, SE LLAMA ANNA GARCÍA, Y ESTABA ENAMORADO DE ELLA HASTA LAS TRANCAS... PERO ¡¡NO!! EL ARTÍFICE DE SEMEJANTE BARBARIE HA TENIDO QUE SER POR UN ARREBATO DE CELOS ANTE LA INGENTE CANTIDAD DE TIOS MACIZOS QUE ELLAS TRAIAN A CASA Y LAS TRATABAN COMO JUGUETES SEXUALES. ESTOY HARTO... harto, haaarto...-. Aquella reacción les cogió por sorpresa. Tanto, que el más joven no dudó en echar mano de la pistola. Ambos me miraban estupefactos, incluso el abogado se retiró levemente. Entonces sentí como todas mis fuerzas me abandonaron de pronto, haciendo que me tambalease antes de quedarme completamente a oscuras.
[· · ·]
-Sr Smith, ¿se encuentra mejor?-. Aquella voz. La tranquilidad, y la profundidad de su tono. Me estremecí a imaginar su rostro. –Ya ha pasado todo. No tiene nada de qué preocuparse. Tras traerle a la enfermería he estado hablando con el detective Voretto y quiero transmitirle sus disculpas, pero hace varios años tuvo un caso similar que todavía sigue activo y dadas las fuertes similitudes… ya sabe-. Hizo un pequeño guiño.
-¿Entonces?…-. Pregunté con curiosidad ante aquellas palabras. –¿Ya está? ¿Me puedo marchar?-. Mi voz estaba cansada, tanto como el resto de mi cuerpo. Miré mi ropa todavía salpicada de sangre por la inútil reanimación.
-Así es Sr Smith, no creo que volvamos a vernos-. Su risa sonó sincera, mientras arreglaba su corbata y terminaba de recoger su maletín. –Lamento mucho la pérdida de su compañera sentimental, piense que la muerte no es un obstáculo para el vínculo del amor-. Tendió su mano que estreche con firmeza como despedida.
-No tiene pinta de ser un abogado de oficio asique supongo que no tardaré en recibir la factura con sus honorarios, verdad-. Pregunté mientras nuestras manos se separaban. Sentí su mirada recorriéndome con aquella expresión divertida. Aunque no detectaba lo cómico de la situación.
-Nada, no debe preocuparse por eso. Está todo solucionado-. Su sonrisa me tranquilizó ligeramente y me intrigó aún más. Había comenzado a caminar hacia la puerta pero entonces se detuvo en seco. –¡Ah! Aguarde, casi se me olvida-. Regresó a la mesa y sacó unos papeles del maletín. –Debe usted firmar estos documentos de la declaración. Casi se me olvida-. Dejó los papeles sobre la mesa y me tendió aquella cara estilográfica con la que había estado jugando en el interrogatorio.   
-Gracias por la ayuda que me ha prestado, pero no se su nombre…-. Pregunté al tomar la estilográfica, aunque pareció no haber prestado atención a mi pregunta.
Después de dejar grabada mi firma en aquel papel y rubricarlo él, volvió a guardarlos en el maletín y salió por la puerta dejando tras de sí un halo de elegancia y ligera arrogancia.
 
Ya en la calle, pude sentí el frio helador de aquella noche. Metí las manos en el bolso y entonces una de mis manos tropezó con un tarjeta de bordes afilados. La extraje de este y acudí a la triste luz de una farola.
 
-Ángel Cruz. Abogado-. Leí para mí mismo. Entonces las preguntas regresaron a mi cabeza, quién lo había enviado. Y qué había sido de Annie…
 

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