El bramido de un motor atronaba en una noche oscura y
solitaria. La furia de su interior lo alimentaba. El chirriar de los neumáticos
en el húmedo suelo expresaban lo que su corazón callaba. Buscaba con la mirada.
Pobre del diablo cuyo nombre llevara escrita la bala. Plata. Lo único con lo
que se le mata. Rompe una estela en la cortina de agua. El eco insaciable sale
de las calles principales. Escruta callejones. Sabe a quien busca. El ruido de
la lluvia es ensordecedor sobre la chapa pero ni eso es capaz de acallar los
gritos de su dolorido corazón. Desgarrado por una daga de cuatro letras. De
plata la daga. Quema como brasas blancas. Sufre. Y solo sufre aquel que el
dolor conoce. Muerte, su nombre. Odio eterno hacia él. Sin identificativos en
el negro coche. Sin luces aguarda. viajan kilómetros Los ecos de sus explosiones,
desde un callejón siniestro. Sale una sombra de un portal. Pelo
largo. Figura rechoncha. Cuero y metal. Sonrisa siniestra, conductor. El ronco
petardeo de un motor a bajas revoluciones llama la atención de aquella sombra. Se
aproxima, sin quererlo. Le atrae. Sale una sombra en el contraluz de una lejana
farola, en la tormenta. Un brillo en la humedad. Un trueno. Cae la sombra en
cuero envuelta. Una risa se escucha en el callejón. Salen Chirriando los
neumáticos. Sale lanzado. El revolver, caliente, en el regazo. Pasa por el lado
del cadáver mojado. Petardea el motor. Escupe una llama virulenta. Vuela el
misterioso. diluyendose sin más en la tormenta…
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