
Reinaba una noche de niebla cerrada. Un pequeño grupo de chicos y chicas recorría el bosque en silencio bajo la luz difuminada de la luna, tratando de adivinar los ruidos que traía el viento. Aquel sonido parecía animal pero no se asimilaba a ninguno de lo que ellos conocían. Siguiendo el rastro que dejaba llegaron a un oscuro rio que atravesaba el bosque. Todos se quedaron mirándolo. Nunca habían visto nada parecido.
-Fijaros, ese rio no refleja los arboles-.
Sonó una exclamación general. Uno venció el miedo a lo desconocido y se aproximó un par de pasos.
-Parece que no se mueve.- Se detuvo un instante -Si, esta parado-.

Uno de los chicos se alejó de la superficie, aquello de lo que se percató no requería ninguna luz. El objeto de su búsqueda estaba más cerca, y se movía rápido.
La chica, ajena a lo que se cernía sobre ella, seguía caminando.
-¡Cuidado!- Gritó sobresaltando a los demás.
Tarde. Se echó sobre ella en cuestión de segundos. Un haz de blanca luz la iluminó poco antes de atravesarla como al humo. Un chillido estremeció el bosque. La niebla se tiñó de un rojo zigzagueante. Un estruendo metálico llenó el terreno circundante. Una llama se adivinaba entre la neblina, la cosa se quemaba. Estaban todos desencajados.
-¡¡Abigail!!- gritaron en las cuatro direcciones.

...una figura tambaleante surguió entre la niebla. El superviviente que vio a una niña en medio de la curva. Y que les sacó de la carretera.
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