El
cielo estaba despejado. Lleno de cientos de miles de ínfimos puntos luminosos,
algunos fijas y otros no. Era verano y la noche era ligeramente calurosa. El
sonido de los grillos, el olor llegado de hierba recién cortada, ligeros soplos
de aire que acarician tu cara.
Varias estelas ascendieron desde el bosque, cruzando el cielo dejando tras de sí una estela plateada que se desvanecía decenas de metros por detrás de su paso. Aquellas estelas se desvanecieron con el tiempo pero dejando grabado su paso por la Tierra.
Las líneas centrales de la carretera se cruzaban ante los halos
azulados de los cuatro. El zumbar de sus motores reverberaba en la
tranquilidad de aquella clara noche. Los límites de roca caliza y hormigón
ululaban durante sus aproximaciones a lo largo de las curvas. La noche parecía
ser de lo más apta para circular por aquella olvidada carretera a gran
velocidad. Terminado aquel angosto tramo se abría una extensión de espeso
bosque cruzado por aquella carretera. Las cuatro estelas peleaban por ser la
que dominara. Pocos sabían lo que pasaba por la cabeza de sus pilotos. Los
escasos conductores que por allí pasaban no osaban internarse en su traza, pues
en segundos quedaban reducidos a la
nada. Antes de salir a la autovía una nueva estela se había adjuntado, no había
parangón con las otras cuatro pero allí en la cola aguantaba lanzando luces
rojas y azuladas. Entrados todos en la autovía, con la nueva dificultad que implicaba,
los fugados zigzagueaban entre el tráfico, ajenos a lo que allí acontecía.
Algunos pitaban o daban flases, otros se mantenian neutrales. Dos vehículos nuevos de policía se
unieron a la persecución saliendo por delante pero su velocidad no llegaba para
superar a estas fugaces estrellas. Con los neones encendidos para identificarse
desde el aire. Un helicóptero los seguía de cerca. El esfuerzo del zoom para
coger a sus conductores, frustrado por la opacidad de los cristales.
Aquella velocidad inhumana, aquellos planos en los que solo se veían rastros de
colores procedentes de las luces, y cada vez más alejados los parpadeos
intermitentes de los coches patrulla, incapaces de seguir a sus perseguidos,
cesaron en su empeño por querer detenerlos. De nuevo, perdidas en una carretera
olvidada aquellas estelas luminosas, ahora blancas, parecieron despegar del suelo
por el que circulaban y elevarse hasta fundirse con el mar de estrellas fugaces
que asolaba el cielo en aquellos momentos, sin sospechar sus ocupantes que una
sombra los contemplaba atónito desde un roble, en una ladera no muy lejana.
Me gustan tus relatos hasta que entran en escena los coches XD
ResponderEliminarquien habla de coches aqui?
ResponderEliminarmeras estelas es lo que yo veo... o veia cuando me inspire en verano