poemas de amor Crazzy Writer's notebook: [Desert]

10/5/12

[Desert]


Una estela de arena y polvo atraviesa las desérticas tierras africanas a grandísima velocidad. Su figura se mimetiza con el color amarillo anaranjado de las partículas de roca molida que con los cascos levanta. Sobre él, embozado en negras telas un jinete cabalga como si su vida de ello dependiese. ¿Qué motivo le llevaría a recorrer estas inhóspitas tierras, desafiando al sol y a los fuertes vientos?

Galopa sobre las dunas como un velero su montura, parece no afectarle ninguna de las condiciones que le rodea, tan solo concentrado en alcanzar el horizonte que se oculta tras las sinuosas dunas.

-¿A dónde te diriges, viajero?- dice una voz transportada por la brisa.

Pero el jinete ni se inmuta ante aquella, por lo menos misteriosa, voz salida de ningún sitio. Un nuevo intento, ésta vez algo más fuerte. Pero parece que no escucha, y de hacerlo lo ignora. Continua su cabalgadura, lleva varias horas y todavía ni ha bebido ni se ha detenido. El sol está en la cumbre de su ascenso, por lo que reina una hora sobre el medio día, y ahora las temperaturas son extremas. El caballo tropieza en una de las dunas. Jinete y animal ruedan y deslizan entre la ardiente arena. En la base de la duna el jinete se levanta entre maldiciones. Contempla el cuerpo de su corcel, retorciéndose entre dolores atroces. Una cosa amarillenta parece asomar de una de las patas delanteras entre un fluido río de roja sangre. El jinete lo contempla frio como el hielo. Y en cuestión de segundos de sus telas saca un extraño aparejo, apunta a la cabeza del caballo y descarga una flecha sobre su cráneo poniendo fin a su tortura. El cuerpo del caballo queda inmóvil junto a su jinete que sigue con el arma empuñada. Un grito atraviesa la seca atmosfera que lo rodea. Mira al cielo y vuelve a ponerse en camino.

-¿Quién eres?, ¿de qué huyes?- Vuelve a intentarlo la voz, pero como antes, sin éxito.

El jinete continúa, sus andares son pesados pero desafiantes. Se desprende de sus túnicas, dejando a merced del incansable sol su torso. Un pequeño destello surge de su cuello, parece una placa de metal que trata de imitar el brillo del sol, que lentamente va decayendo aunque todavía quedan horas de luz. Ahora el jinete toma un largo trago de agua y tira el resto con todas las fuerzas que le quedan. Sin duda, sabe a lo que ha venido y con el propósito de cumplirlo. Conforme el tiempo avanza en largas sensaciones, sus andares parecen debilitarse poco a poco, sus fuerzas menguan pero lo tiene más que asumido porque todavía mira al sol a la cara, como desafiándole una vez más.

Se desploma. Su cuerpo, quemado el torso y la cara, cae sobre las calizas arenas del desierto. Y con sus últimos resquicios de fuerza, y en medio de otro feroz grito, que ni el viento logro sofocar, se arrancó del cuello aquel collar y lo lanzó duna arriba quedando semienterrado. Después parece quedar tendido sobre la arena, sin juicio, mientras las dunas lo devoran lentamente. Enterrando su figura. Mimetizando sus restos con su manta anaranjada. Borrando su paso. Su existencia. Su vida.   

1 comentario:

  1. Es alucinante, me recuerda a las vanas esperanzas que tenemos los seres humanos. Esperanzas que no tienen sentido puesto que ya hemos perdido pero aún así continuamos caminando con una fuerza que podría ser admirable por un lado o estúpida por otro.

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