
Un negro
tizón fue ganando terreno al morado rojizo y al naranja amarillento que quedaba
después de la estrella brillante. Algún tímido puntito blanco hizo su aparición
en la negrura celeste. Y mirando a través del único ventanuco de la estancia,
el susodicho personaje volvió a sonreír, pero esta vez dejando entrever unos
blanquísimos dientes, la eterna espera mereció la pena, pues el destino le
brindó una sorpresa. Miraba por todo el cielo. Buscando. Asegurándose bien antes de celebrarlo por lo
alto, pero no consiguió encontrar aquello que andaba buscando. Perfecto, se
dijo para sí. Tal y como había pensado; luna nueva. Se dirigió otra vez hacia
aquel objeto que guardaba con tanta ansia debajo de una sabana y dijo.
-Bien
pequeño, tu hora a llegado, noche cerrada y luna nueva, tu momento de
demostrarme lo qué vales y de lo que estas echo- Una sonora carcajada inundo
toda la estancia.
Se dirigió
a una enorme puerta despejando el camino de cualquier posible obstáculo que
impidiera el avance de su pequeño, después desatrancó la puerta de madera y
tiró de ella con todas sus fuerzas, esta al principio se resistió pero poco a
poco fue cediendo con un fuerte chirrido de las oxidadas bisagras que permitían
su apertura. El frio de la noche se filtró camuflándose con la gélida
temperatura de la estancia, y la oscuridad se dejó sentir en su cara. Que
sensación más agradable. Corrió por la sala. Agarró la sabana e hizo una breve
pausa, sin duda para dar emoción, tomo aire y lo soltó de golpe a la vez que
tiraba de la sabana. Esta acaricio el contorno de la cosa a la que tapaba y a
la vez que se deslizaba por su impoluta y suave piel metalizada, susurraba. Con
una agilidad sobre humana, cogió las llaves que daban acceso al interior de su
criatura y se introdujo en la cavidad donde se situaban los mandos de aquella
máquina infernal. Introdujo las llaves en la abertura y la llave quedó
perfectamente acoplada a esta. El corazón le latía a mil por hora y por su
circuito sanguíneo ya corría más adrenalina que sangre, estaba inquieto en el
asiento.
-Muy bien… el momento culmen. ¡Ahora yo con
este sutil movimiento te dotare de la chispa que te dará la vida- su voz sonaba
penetrante y profunda, parecía leer una frase de un libro de conjuros de negra
magia.
Acto seguido de la parte posterior del armazón
de metal, surgió el bufido de la criatura, que inundo la estancia y sus
alrededores en decena de metros a la redonda. Llevaba dos años leyendo a cerca
de aquellas extrañas cosas en algunos libros que estaban ahora repartidos por toda
la estancia. Preparándose para cuando consiguiera revivirla. Con extremo
cuidado procedió a mover un aro de una de las palancas, esta se deslizó
suavemente y detrás del mando de dirección aparecieron un montón de luces y
números, otro punto más y dos enormes aureolas azuladas iluminaron todo lo que
se encontraba por delante del morro en una distancia de unos cien metros, y
también se iluminó en la parte trasera, no con una luz blanca sino de un color
rojo y de menor intensidad. En el suelo, tres pedales. Al principio de
encontrarla, no sabía para qué servían y supuso que la gente que las utilizaban
disponía de tres piernas pero después de leer mucho descubrió su
funcionamiento. El pedal situado más a la derecha se encargaba de suministrar
combustible al corazón de la bestia, el del centro para detener su movimiento,
y el de la izquierda del todo se utilizaba junto con una palanca situada al
lado derecho del conductor, para hacer que la maquina corriera más o menos a
través de una serie de engranajes. Bien lo teórico estaba sabido, incluso había
leído cosas a cerca de técnicas para poder controlar a la fiera a altas velocidades.
Una vez repasados los conocimientos llegó el momento de pisar los pedales y
probar lo que aquel misterioso artefacto era capaz de hacer.
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Después de manipularlo de forma torpe en los
primeros intentos, fue cogiendo confianza y ganando destreza por momentos. El
tiempo se sentía pasar despacio cuando estaba a los mandos, pero después de un
rato que se le antojo largo, decidió que ya tenía control suficiente sobre ella
y pensó que era la hora de divertirse.
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