[relato rescatado de una memoria USB con fecha de Enero del 2012]
Un tenue y siniestro sonido llena las sigilosas calles de un perdido pueblo, en un remoto lugar. Doblan las camapanas. Su tañido, continuo alerta a los moradores de aquel lugar. Triste es el sonido que el pendon arranca de la corona de metal.
-¿por quien doblan las campanas?- se preguntan.
El cielo es gris, casi negro. Espesas capas de nubes tapan la luz del sol. El frio es glacial, y el viento perecía cortar las partes descubiertas. La gente se abriga y sale a la calle. Aquellos curiosos se acercan a la iglesia, foco de aquel sonido tubular.
-¿por quien doblan las camapanas?- siguen las dudas...
Una escueta figura, de naranja vestida, llora sin cesar. Un enorme coche negro aguarda en marcha. Un feretro tras las lunas. Negro, en madera lacada.
Ella guarda silencio. Pero yo os respondere:
Suenan las campanas por mi. Yaciéndo boca arriba en el interior del cajon, tapado con una sabana y arropado por el cuero acolchado. En su interior, guarda un cuerpo destrozado por una ilusión convertida en obsesion.
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