El qué, el cómo y el cuándo es
difícil de concretar. Estaba próximo a uno de los miradores de una playa
desierta. Así, de improviso, surgió de entre las olas. Desde aquella distancia y
a esa hora no se podía intuir demasiado bien por lo que decidí acercarme con
cautela. Camine entrando en la zona arenosa. Sorteé un grotesco amasijo de
metal caminando con desconfianza. Traté de ver lo que se ocultaban tras los
cristales pero era imposible ver lo que tras ellos se ocultaba. Las lunas
estaban sólidamente negras, como ahumadas. Continué mi camino hacia la orilla.
Ahora la arena estaba mas pesada, por lo que la marea estaría bajando de nivel,
porque llover no había llovido en semanas.
Algo me hacia sentir tremendamente
incomodo, no sabia el motivo concreto pero era como si me estuviesen observando
desde algún rincón sombrío. Mire a mis alrededores, varias veces para
cerciorarme, pero nada, solo topaba con la enorme figura de aquella inmóvil
mole. Estaba a pocos metros de aquel bulto misterioso, y por la luz que la luna
lograba brindarme pude percatarme de varias cosas. Se trataba de una chica
joven. Cuando estuve próxima a ella extendí la mano y toque su suave piel.
Estaba fría, fría como el hielo. No tenia ropa y creo que tampoco consciencia.
¿Estaría muerta?
Un ruido sordo hizo saltar mis alarmas,
mire de nuevo, pero tampoco vi nada. Solo arena, y la oscuridad de la noche. El
mar ronroneaba con las olas rompientes en la lejanía. Algo agarró mi mano con
fuerza, sobresaltado contemple el cuerpo de la chica, ahora me fije en otro
detalle que ciertamente no comprendía como podía haberlo pasado por alto, ella
tenía profusas heridas que sangraban con cierta fluidez pero parecía no
percatarse. Con un hilo de voz me dijo que corriese, porque él seguía aquí, a
la espera de ver como su vida llegaba a su término. ¿Él?, pero ella no llegó a
contestarme. Volví de nuevo la mirada hacia la oscuridad con mayor atención.
Faltaba algo, pero no sabía el qué. Algo había desaparecido en aquella densa
oscuridad, con un sigilo casi fantasmal. Trate de coger el cuerpo de la chica,
ahora sin vida, emprendiendo el camino de regreso.
A punto de salir de la zona pastosa
de la arena, una afilada y siniestra figura surgió de la negrura. La luna había
quedado oculta tras unas densas nubes que se iluminaban fugazmente por
violáceos destellos. Dos furiosos ojos nos contemplaban. Ningún ruido. Sólo aquella
mirada, penetrante y fría. Se estaba acercando, pero no hacia ruido en su lento
caminar. Estábamos frente a frente, separados por escasos metros, aquella
grotesca mole. Volvió a quedar parado, mirándonos, a la espera de algún
movimiento. Avance un paso pero antes de haber apoyado el pie aquella cosa se
abalanzo sobre nosotros acortando más las distancias, estaba claro… no dejaría escapar
su trofeo, no sin antes pelear.
Una fría y sonora carcajada. Unas
luces cegadoras. Centelleantes. Intensas. Fulminantes. Lo siguiente que
recuerdo es una habitación blanca y unos terribles ardores que abrasaban mis
entrañas entre insoportables dolores. ¿Es mi castigo? ¿Mi recompensa? ...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminareres bien recivida, espero que el relato te haya gustado
ResponderEliminar