La noche había caído demasiado temprano, casi sin darnos
cuenta el cielo se había oscurecido y teñido de aquel color anaranjado imitando
el color de las luces que la iluminaban. Muy pocas estrellas llegaban a ser
visibles aunque todavía no había luz alguna capaz de eclipsar la sonrisa que
ella mostraba o rivalizar mínimamente con la luz de sus ojos marrones. Hacía
escasos minutos que habíamos salido del metro. Caminábamos despacio a lo largo
de la calle solitaria. Los pasos acompasados y los cuerpos fundidos por un
abrazo mutuo hasta que topamos con el portal.
-La idea del paseo me ha gustado mucho…- comenzó a decir
suavemente.-…aunque me pregunto que hubieses hecho en el caso de que hubiese
elegido la primera opción…-. Terminando con una sonrisa suspicaz.
-Está claro, ¿no?-. Enarqué las cejas. Ella negó con la
cabeza y balanceándose ligeramente, dejando ver una sonrisa risueña. -¿¡No!?-.
Abrí los ojos. Su sonrisa se ensanchó ante lo ridículo de mi expresión.
-No, ni idea… pero me lo vas a decir-. Sentenció mientras me
acorralaba contra uno de los muros lentamente. –O sino… Arturito, abstente a
las consecuencias…-. Imitó una risa malvada.
-Me abstengo, me abstengo-. La miraba fijamente. Leyendo el
trasfondo de sus ojos. –Aunque… si tienes un poco de paciencia…-. Miré hacia
arriba como si nada… ignorando el hecho de que ya estaba tocando la pared.
-¿¡Paciencia!?-. Se sorprendió. –Vale… pero recuérdalo…-.
Dejo ver una sonrisa que hizo que mi curiosidad por aquello que tramaba y que
no había conseguido desvelar, se multiplicase de forma exponencial.
Entramos en la oscuridad del portal y aguardamos a que aquel
minúsculo ascensor nos trasladase hasta la tercera planta.
-Bueno… ya estamos de regreso-. Comenté mientras ambos
entrabamos por el vano. -¿Te apetece ver una peli?-.
Ella me miró desde la penumbra del pasillo. Tenía una ceja
arqueada.
-Arturo, es pasada la una de la madrugada, y no se tú pero
yo esta mañana tuve clase. Asique… yo me voy a la cama, estoy destrozada-.
Culminó con una inocente expresión.
-Bueno… si estas cansada, lo suyo sería que durmieses…-.
Dije comprensivo mientras me aproximaba a ella.
Yo aquella mañana si tuve clase pero solo fue un par de
horas a media mañana, y no eran asignaturas que digamos pesadas. Pero claro,
ella… si había tenido clase, y no solo eso sino además después del viaje
anduvimos a través de medio Madrid. Ella trató de contener una pequeña
carcajada.
-Yo no he dicho que vaya a dormir…-. Su dedo índice paseaba
lentamente por su labio inferior. -…sino que me voy a la cama-. Me esquivó con
agilidad y corrió entre risas hasta mi habitación cerrando la puerta.
Fui a la cocina y miré por la ventana. En el cielo, no muy
lejos, la luna sonreía enigmática. Me perdí en el firmamento, hipnotizado por
su misterio. Entonces dos sinuosas caricias recorrieron mi espalda y se colaron
en los bolsillos del pantalón. Y poco después su cara se apoyó sobre mi hombro.
-Estaba esperando a coger mi pijama-. Me di la vuelta
lentamente y me quedé mirando aquel rostro. Fino y delicado. –Tienes unos ojos
increíbles-. Sonreí.
-Eso me dijiste la segunda vez que nos vimos-. Dijo con una
sonrisa luminosa. Antes de salir me besó en la comisura, y se marchó
pellizcándome en el muslo.
Aquella respuesta, me quedó desconcertado. ¿La segunda?
Recuerdo la del circuito de Ciudad Real allá a principios del verano del año
anterior… pero la que sería la primera… Traté de hacer memoria mientras
caminaba raudo a la habitación y buscaba la ropa que usaba para dormir. Tardé
un poco, pero finalmente conseguí dar con ella en medio de ese caos más
ordenado.
Estaba desabrochándome el pantalón cuando escuche su risa
traviesa junto al vano de la puerta.
-Vaya… eso quería hacerlo yo…-. Sonrió lentamente.
-Otra vez será-. Su mirada me abarcaba por completo. Se
mordisqueó el la parte inferior del labio y pasó junto a mi dejándome una
caricia que cruzó el culo de este a oeste. -No seas mala-. Me reí y miré como
se dejaba caer suavemente sobre la cama. Terminé de colocar la ropa en el
armario.
-Ha sido maravilloso pero ahora mismo no siento los pies-.
Aguardaba con la cabeza apoyada en las rodillas. Me senté en la cama enfrente a
ella. Volvimos a cruzar miradas y sonreímos casi al unísono. –No, no, no-.
-Déjame intentarlo-. Ella negaba con la cabeza. –Se supone
que todavía eres mi ayudante, ¿verdad?- Una sonrisa se dibujó en el semblante. –Bueno…
te voy a hacer un truco de magia-. Una de sus mágicas sonrisas iluminó su rostro,
pero no antes de mostrar su disconformidad con aquellos ojos en blanco.
-Cierra los ojos, y sobretodo ponte cómoda-. Ella se tumbó y
cerró los ojos. Me aproximé a por dos velas y de camino apague las luces.
–Ahora necesito que dejes la mente en blanco-. Había encendido las velas y
colocado sus piernas en mi regazo. -¿preparada?-. Su respuesta no fue mas que un susurro de afirmacion.
Sus pies estaban fríos. Contrastaban mucho con el calor de
mis manos. Y aquella sensación la provocó un pequeño escalofrió. Comencé a
acariciar aquellas zonas que estaban más cargadas, presionando suavemente con
la yema de los dedos. La tensión se fue disipando lentamente. Ella suspiraba en
la oscuridad. Después de terminar con el primero. Lo deposité con el mayor de
los mimos sobre la cama y continué con el otro.
Escuchaba su respiración, armónica y tranquila. Parecía
estar dormida pero mientras seguía concentrado en presionar en los puntos más
sensibles, sentí como algo exploraba bajo mi camiseta. Errático. Juguetón.
Sugerente. Aquellas caricias también estaban dirigidas a las zonas de mayor
sensibilidad y el cosquilleo que producían me hacía estremecer. Unas risitas
surgieron desde la penumbra de las velas. Acaricié su gemelo. Logrando
estremecerla de nuevo.
Su voz me reclamó en la oscuridad. Gateé sobre la cama hasta
quedar a su lado. Apagué las velas y nos metimos en aquella pequeña cama. La
abracé atrayendo su cuerpo hacia el mio.
-Si-. Me susurro la respuesta. –Oh… que mono. –Su voz era
traviesa, una risita rompió aquel breve silencio.
Sentí como su mano buscaba la mía y después la llevó consigo
atrapándola suavemente entre su cuerpo y su mano. Un pequeño rubor se instauró
en mis mejillas incrementando ligeramente su temperatura, produciéndola una
inocente sonrisa.
-Estos detalles son los que más me gustan de ti, Arturo.
Dulces sueños-. Liberó mi mano de la presión que ejercía sobre ella y dejó que
la bajase hasta situarla en un punto menos conflictivo.
-Cálidos sueños-. La susurré sugerente, regalándole un sutil
suspiro frio que barrio la superficie de su oído, el cuello y el hombro.
Se arrimó un poco más atraída por el calor de mi cuerpo y
nos sumimos en un sueño conjunto.
Parte 16
Parte 16
He estado durante todo el relato en tensión esperando que en cualquier momento apareciera Laura en el piso jajajaja Mejor así, por fin se encuentran tranquilamente aunque me desconcierta lo de "la segunda vez" ¿acaso no fue él? Curioso :P
ResponderEliminarBueno... es Alicia su compañera de piso (pero laura estuvo entre los candidatos). Y si... al parecer se vieron antes en algun otro lugar... (y confieso que eso tambien me desconcierta porque no se cuando fue. XD)
ResponderEliminarEso... Alicia jajajajaja se me cruzan los cables entre mis relatos y los tuyos creo que repetido en varias ocasionesel nombre de "miriam" pero no sé a quién se lo he puesto.
ResponderEliminarNo fue cuando estaban jugando? Justo después, ella se equivocó y besó a Fran